La pasión por la niñez: Ser psicopedagoga clínica

Publicado por: jeronimo

A lo largo de mis dos años como estudiante de Psicopedagogía Clínica, he tenido la oportunidad de compartir nuevas experiencias y emociones con mis pacientes. En mi primer semestre de prácticas, no voy a negar que llegué nerviosa y temerosa a la clínica, sin saber cómo iban a ser mis pacientes y cómo sería trabajar directamente con niños. Un año después, puedo decir que tengo la suficiente confianza y seguridad para realizar las actividades que tengo programadas para intervenir en mis 3 pacientes.

Los niños de la Clínica de Atención Psicopedagógica y Psicológica me llenan el corazón. Para mí, ser psicopedagoga y realizar mis prácticas no significa solo ir una o dos veces por semana a la clínica, hacer el trabajo e irme. Es muchísimo más que eso. Es llegar a la clínica y ver caritas llenas de ilusión, pureza e inocencia. Es crear un lazo fuerte con ellas y conocer hasta lo más profundo de sus corazones; sus miedos,  sueños y anhelos. Cada uno de estos niños tiene un lugar especial en mí, con experiencias inolvidables y aprendizajes esenciales para el resto mi carrera. Son, como los describen sus papás, mis “tesoros”.

Mi experiencia con niños ha sido hasta ahora muy linda y gratificante. Trabajar con ellos es algo que definitivamente está marcando mi vida. No voy a mentir diciendo que es fácil. No existe el manual de instrucciones que describa cómo va a ser cada niño y cómo tratarlos. Todos son diferentes y todos necesitan ser escuchados y comprendidos. Necesitan ser intervenidos de diferentes maneras, tomando en cuenta sus fortalezas y debilidades. Es por esta razón que poner atención a los detalles más pequeños se vuelve un elemento esencial a la hora de trabajar con ellos.

En cada sesión, intento hacer la diferencia actuando como modelo a seguir de mis pacientes; como su amiga y su confidente, descubriendo el mundo juntos, viéndolo desde diferentes perspectivas. Entender la forma en la que ellos lo ven es una oportunidad para crecer como persona. Hace algunas semanas, estaba trabajando las rutinas con una de mis pacientes de 8 años. Tenía que enumerar 10 actividades que hiciera durante el día. Cuando terminó las 10, me dijo: “Ya terminé pero me faltó la 11, la más importante”. Le di el marcador para que la agregara a la lista y, para mi sorpresa, escribió: “Voy a mi terapia a ver a mi mejor maestra y amiga”. Se volteó y me dijo: “Y esa sos tú”. Me di cuenta entonces de que había alcanzado mi objetivo; que más que ser su terapista y ayudarlos, debo crear una conexión profesional con ellos; una relación en la que la clínica sea un lugar en donde se sientan seguros y en donde siempre tendrán a alguien para escucharlos y entenderlos.

Los niños abren su corazón muy fácil y es algo que como psicopedagogos debemos valorar y aprovechar. Se crea una relación tan genuina e inocente con ellos, que llegar a la clínica es, desde la segunda sesión, recibir un gran abrazo de tu paciente. Un abrazo sincero y real.

Hay días en que llegarán llenos de energía y entusiasmo y otros en los que llegarán llorando porque no quieren entrar a la clínica. Son niños, y son sinceros.  Tienen muchas ganas de vivir y lo transmiten. Son inocentes y no ven la maldad en ningún lado. 

Trabajar con niños me ha hecho adquirir cada vez más valentía, fortaleza y amor a mi carrera. Cada día crecemos juntos y aprendo mucho de ellos. Hay veces que incluso son ellos quienes me dan las lecciones a mí. Estar con ellos es cumplir mis sueños y ayudar en lo que pueda, pues tienen un gran futuro por delante. Lo que más busco es impulsarlos y motivarlos a dar siempre lo mejor de sí en todos los aspectos de su vida. A no quedarse estáticos: aprender de todo, de todos. 

Considero que lo más importante de trabajar con niños es sentirse feliz con lo que uno hace. La única manera de hacer un buen trabajo es amando inmensamente lo que hacemos. En el caso de los estudiantes de la Facultad de Humanidades, es querer aprender más de cada paciente y adquirir experiencia para ayudar a quienes lo necesitan. Solo así servimos de la mejor manera.

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