Como profesionales, indistintamente del área en la que nos desenvolvamos, tenemos el compromiso social, de poner al servicio de los demás nuestro conocimiento…
La Lcda. Evelyn Lechuga, profesora de la Facultad de Humanidades, no comparte su experiencia al escribir su libro: 86,400 segundos diarios para agradecer, reconocer y disfrutar la vida.
Desde algunos años he tenido la oportunidad de trabajar como docente de la Facultad de Humanidades, impartiendo distintos cursos relacionados con procesos de lenguaje, lectura y escritura. En estos cursos parte de lo que he tratado de enseñar a mis estudiantes, es la importancia del lenguaje oral como escrito en la vida de las personas y su comunidad. Cómo la palabra tiene una fuerza creadora, inspiradora o, todo lo contrario. Cómo la forma en que nos expresamos, conecta con pensamientos, creencias, emociones, de los que no siempre somos conscientes, además de cómo esta nos permite abrir puertas al encuentro con el otro.
Dentro de las temáticas conceptuales que se tienden a abordar, se encuentra el proceso escritor como acto cognitivo de orden superior. Es decir, cómo a través de la palabra escrita, ponemos a funcionar nuestra atención, memoria, capacidad de planificación, organización, imaginación, evaluación, etc. para poder crear nuevas ideas y transmitirlas a nuestro interlocutor, de manera lógica, pero al mismo tiempo persuasiva.
El poder escribir y publicar mi libro, me enfrentó de manera formal y sistemática, con la teoría que había estado enseñando. Y no es que antes no escribiera, todos escribimos, desde un mensaje de correo electrónico, una tarea para presentar, una presentación Power Point o la elaboración de algún informe. Sin embargo, muchas veces lo hacemos de manera automática, sabiendo exactamente qué es lo que se quiere expresar. Pero la escritura del libro me implicó salir de esa zona de confort, salir de lo conocido y aventurarme por el mundo de la escritura literaria, que dista mucho de lo técnico. La realización de este proceso fue realmente enriquecedor, ya que me permitió someter a prueba la teoría, enriquecer mis prácticas pedagógicas, además de ponerme en contacto conmigo misma y con otros. Al final, la literatura eso es lo que busca, conectarnos como seres humanos con distintas situaciones y posibilidades, enriquecer el espíritu y ampliar nuestro acervo cultural.
Además, como profesionales, indistintamente del área en la que nos desenvolvamos, tenemos el compromiso social, de poner al servicio de los demás nuestro conocimiento, para contribuir con el desarrollo de nuestra familia, amigos y comunidad en general. Y este conocimiento, no necesariamente debe de ser un saber técnico o instrumental, puede ser algo práctico, vivencial, que le sirva como guía a alguien más. En mi caso, el libro fue una forma de retribuir, las oportunidades que he podido gozar en mi vida en general.