De publicaciones en redes a memorias internas
¿Qué pasaría si luego de tomar el café con un amigo, ni tú ni él tuvieran batería en el celular para tomar una fotografía? Seguramente el no hacerlo no quitaría ningún peso al encuentro, quizá hasta se valoraría aún más.
Hace unos días me topé con una persona, de esas que la vida parece no merecer o quizá es lo contrario, de esas personas que la vida merece porque necesitamos más gente auténtica y buena en esta tierra, solo porque sí.
Por unos minutos conversando con ella, olvidé el tiempo y las preocupaciones, que en esa semana habían sido muchas. Ese encuentro me dejó un buen sabor de boca, que luego desembocó en una conclusión «pandémica»: “Hay cosas demasiado buenas como para publicarlas en redes sociales”.
Lo sé, fue un encuentro inopinado, pero bien pude haber tomado mi celular para captar una fotografía; y es que nadie publica lo malo en Instagram o Facebook, pero hay momentos o situaciones tan memorables, que te dejan con tanta paz, que tampoco deberían ser publicados. Una pantalla no es digna, el interior sí, sí lo es, de llevar ese recuerdo para siempre.
Cuando «quedamos» con alguien es muy común querer retratar ese recuerdo y muy probablemente luego subirlo a nuestras redes. Esta acción no es mala y no quiero generalizar, pero a veces es inevitable querer hacerlo.
Este encuentro, tan genuino, también me hizo confirmar algo que he meditado durante este confinamiento: nada reemplaza un encuentro cara a cara. Ese anhelo de poder ver y reír con alguien y que no sea por medio de una pantalla. Otra amiga me decía: “Esto (el buen momento) tampoco pasa con cualquiera, sea o no por medio de una videollamada”. Supongo que también es de saber que no es el cómo, ni el dónde, sino quién.
En estos tiempos nos ha servido mucho la tecnología para acercarnos a las personas, pero cuando tengamos la oportunidad de salir y conversar con alguien, cuando estés con esa persona que te haga olvidar el tiempo, también es bueno olvidar el celular y dejar grabado ese instante donde solo es digno, en el alma. ¡Qué difícil! ¿Cómo no querer guardar de esta manera un momento bueno? Sobre todo ahora que es tan sencillo. Pero, ¿y si solo lo publicamos dentro de nosotros?