Libertad: anhelo de cambio y acción
En el contexto de la conmemoración de los 199 años de independencia patria, me hace mucha ilusión incorporarme a la comunidad de Alumni UNIS, especialmente en esta sección de opinión, a la que han denominado “Pluma”, y que se sitúa como un espacio que da voz a quienes tuvimos la maravillosa oportunidad de ser –y, seguir siendo– parte de nuestra Alma Mater que, como acertadamente lo refleja nuestro Ideario, en su numeral dos, “se orienta a forjar ciudadanos libres y responsables: profesionales solidarios y emprendedores, capaces de servir a la sociedad y contribuir al estudio y a la propuesta de soluciones de los problemas que ésta presenta.”
Como ya lo refería inicialmente, este año celebramos el 199° aniversario de independencia política de nuestra muy amada y sufriente Guatemala, que hoy atraviesa la incierta, incisiva y latente crisis del Covid-19. En palabras de Francisco, “la pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo” (Audiencia General, 19/08/2020). Indudablemente, Guatemala no ha sido ni es ajena a esta compleja y deplorable emergencia global. En esta oportunidad, la fiesta cívica que año tras año se engalanaba con actos y desfiles patrióticos, se encuentra frente a uno de los acontecimientos históricos más significativos y trascendentales en el último siglo.
Ahora bien, mientras algunos se sumergen en una nueva normalidad, otros retoman su mismo estilo de vida con particulares precauciones. Lo cierto es, que independientemente de la postura que cada uno asuma, en el uso de su razón, lógica y convicción personal, es imposible no advertir y experimentar un cambio social, comunitario y personal. Los diversos sistemas sociales se han visto en la imperiosa necesidad de cambiar su modus operandi. Por ejemplo, la educación dejó de ser presencial y migró a la virtualidad, con sus aciertos y desaciertos. El sector laboral, si bien se vio directamente afectado financieramente, debió ajustarse a la modalidad del teletrabajo o trabajo a distancia en la medida de sus posibilidades, reconociendo que los colaboradores siguen siendo el activo más importante de una empresa.
En un aniversario más de independencia, debemos repasar los sucesos que, durante el año que culmina, pudieron o, efectivamente, menoscabaron la libertad que un 15 de septiembre de 1821 se obtuvo. Este año, la crisis sanitaria ha desencadenado y remarcado problemas sociales preexistentes, a los cuales ya nos habíamos “acostumbrado”, pero que no han sido solventados. La libertad que festejamos es un derecho y, por ende, apareja una obligación. El derecho a hacer lo que nos está permitido sin interferir en la esfera del otro, pero también, la obligación de luchar por el bien común, por la tranquilidad y bienestar de todos desde nuestro espectro de posibilidades. La libertad es un pilar en la construcción de la cultura de la solidaridad y del encuentro. Fuimos libres de una corona, ahora debemos liberarnos de las cadenas modernas de esclavitud: la trata de personas, la explotación, el hambre, el trabajo infantil, la ausencia de justicia y la injusticia; el crimen y la delincuencia organizada. Todo esto es tarea del Estado y, el Estado lo conformamos todos quienes compartimos este territorio, nos regimos por nuestras propias leyes y respaldamos la soberanía de nuestro pueblo. Si bien, somos encabezados por un gobierno que, sin ser infalible, debe esforzarse por asegurar y cumplir con sus obligaciones mínimas; el poder radica en nosotros y en nosotros comienza la libertad de actuar por un cambio.
Los obispos de Guatemala, en el comunicado de la Conferencia Episcopal de Guatemala del 8 de septiembre de 2020, reiteraron una invitación a todos los habitantes de la República, a la cual deseo sumarme en el marco de las fiestas patrias. ¡Es tiempo de crear alianzas, de fortalecer vínculos, de dialogar con otros y fortalecer una espiritualidad de la esperanza! El deseo de libertad que dio cabida a la independencia que festejamos, debe comprometernos al cambio y a la acción. Francisco, en su reflexión Pascual de este año, nos invitó a fijar la mirada en el derecho fundamental que toda persona tiene a la esperanza. Es un derecho que nace de la misma naturaleza humana y no nos será arrebatado ni por el miedo, ni por la desolación o la tristeza que esta pandemia ha puesto a flor de piel en nuestras sociedades ya dolientes y temerosas. Tampoco se verá mermado por el desacertado actuar de otros que nos hieren y reprimen. La esperanza es una virtud teologal, ancla del alma que la sujeta firmemente y no permite que titubee en la tempestad.
El despertar emancipador que surgió hace casi doscientos años con los padres de la Patria, debe sostenernos y animarnos en este tiempo de prueba. La palabra esperanza tiene su raíz en el verbo latino “sperare”, esperar. Cuando se espera, es porque se tiene la esperanza de que el anhelo que se posee, se verá colmado. Hoy esperamos un nuevo amanecer para nuestro país, uno en el que la desigualdad, la injusticia, la pobreza, la desnutrición, la violencia, la corrupción, la contaminación y la discriminación, por listar alguno de los males sociales que afectan a nuestros conciudadanos; se vean desvanecidos y aliviados. Hoy se sueña con una Guatemala diferente, reconstruida por cada uno de sus hijos que, con su saber, tiene el deseo de servir para reorientar el rumbo de nuestra historia política.
Para culminar con estas ideas, quiero compartir unas líneas de un poema que ha pasado por mis manos en estos días, escrito por el cubano, Alexis Valdés, quien recientemente reflexionaba sobre la esperanza y transmitía: “Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos, y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo”. Hoy, quizás naufragamos en un mar de incertidumbre y angustia, en una barca cuyos timoneles lucha por mantener a la tripulación y sus pasajeros a flote; pero, pongamos la mirada en el mañana, con la firme convicción de ejercer nuestra valorada libertad, con compromiso de cambio y acción, para colocar a nuestra Guatemala en su trono de amor.
Guatemala, 15 de septiembre de 2020.