Psicología de una mudanza
Mudarse no es fácil, muchas veces causa estrés y por ende grandes cambios a nivel emocional causados por todo lo que debemos hacer, ya que desarmar una casa completa y volverla a armar en otra parte, no es nada simple; incluso el estrés comienza antes de empacar: cuando nos enfrentamos con la posibilidad o la realidad de una mudanza, empezamos a pensar si vale la pena o no hacerlo, en cómo serán las cosas en la nueva casa, si nos gustará igual que la actual, si el barrio es mejor, si es o no una equivocación mudarse, etc.
Los cambios a nivel emocional se presentan por el hecho de que no solo se está dejando una casa atrás: se dejan también recuerdos, vecinos y hasta amigos en el camino. Puede que estés dejando la primera casa que habitaste con tu pareja o en la que crecieron tus hijos, o bien, la vivienda donde has pasado la mayor parte de tu vida. La casa es el lugar donde comparte y crece la familia y, por ende, es lógico que haya muchos recuerdos vinculados con la misma, además, es posible que una mudanza implique un cambio de vecindario o hasta de país, lo cual trae consigo consecuencias de adaptación por dejar atrás lo conocido.
Por eso, hoy vamos a hablar sobre cómo podemos lograr que una mudanza sea más fácil.
Lo primero que debemos hacer es, cuando la posibilidad de una mudanza aparece, evaluar la viabilidad de la misma, así como sus posibles pros y contras. Muchas veces una mudanza significa mejorar las condiciones de vida: trasladarse a una casa más grande, vivir en un mejor vecindario o perseguir un mejor trabajo, entre otras. A veces una mudanza es necesaria por cuestiones económicas y en consecuencia, es inevitable y tal vez hasta no de nuestro gusto. Sin embargo, en todos los casos tenemos que evaluar lo positivo que la misma traerá; por ejemplo, una reducción en los gastos mensuales o un mejor vecindario. Asimismo, debemos buscar soluciones a las desventajas.
Cuando ya se tomó la decisión de la mudanza, lo esencial es la planificación, para lo que puedes leer los artículos publicados en este número sobre organización.
Otro aspecto esencial es la comunicación familiar: a los niños hay que involucrarlos en el proceso, explicarles el porqué de la mudanza, a dónde nos vamos a ir y cómo se va a llevar a cabo la misma. También es importante involucrarlos en el empaque sobre todo de su cuarto. Las decisiones sobre qué se guarda y qué se dona de sus pertenencias personales, deberían ser del niño porque una mudanza es lo suficientemente difícil para ellos como para que cuando lleguen a su nueva casa se den cuenta que falta su juguete favorito. Sin embargo, su ayuda deberá llegar hasta ahí: el día de la mudanza es mejor que no estén involucrados ya que pueden ser una distracción al igual que las mascotas. Una vez ya esté todo en la nueva casa, es importante tomarlos en cuenta nuevamente en el desempaque y decoración de sus espacios.
Es esencial tener presente que aun cuando queramos tener todo bajo control, esto no va a ser posible. La mudanza depende de muchas personas y es inevitable: se romperán algunas cosas, se perderán otras y hasta puede que algunos artículos no quepan en la nueva casa. Hay que tener esto presente y enfrentarnos a los contratiempos con serenidad.
Finalmente, es importante estar conscientes de que, por un tiempo, la casa nueva se sentirá rara. Las cosas parecerán fuera de lugar, te costará acostumbrarte a una nueva ruta, a nuevos vecinos y hasta a los alrededores… pero eventualmente, un día, sin que te des cuenta, la casa nueva se convertirá en tu hogar.
Fuente: www.enmicasa.com